domingo, 31 de agosto de 2014

Dar hasta que duela

Se nos fue agosto. Afortunadamente, este mes está adquiriendo una nueva connotación. Ya no son los gatos el centro de atención, sino que la solidaridad. Y esto gracias al aporte de san Alberto. El padre Hurtado fue un claro ejemplo de generosidad radical, especialmente con los más necesitados. Él realmente hizo vida la expresión “dar hasta que duela”.

De modo similar, son muchas las ocasiones que vemos en Chile muestras admirables de solidaridad. Ya sea por desastres naturales, o por eventos como la Teletón. En diversas ocasiones vemos cómo los chilenos se unen para darle una mano a quienes más lo necesitan y cuánta falta hace.

Sin embargo, no es necesario ir tan lejos para ver este tipo de manifestaciones. Son muchos los casos en que hombres y mujeres ayudan desinteresadamente a personas que están lejos de ser parte de su familia o su núcleo más cercano. Pienso en tantos jóvenes que visitan cárceles para dar clases o simplemente para compartir.  Estudiantes que acompañan enfermos y a sus familiares en hospitales. Profesionales con más ganas que experiencia que parten fuera del país a darle sentido su carrera.

Pienso en jóvenes porque son los casos que conozco. Sé de ellos no por leerlo en el diario, en facebook o twitter, sino que porque ellos, amigos míos,  me han contado su experiencia y cuan gratificante es. Me han dicho como no es sencillo compatibilizarlo con sus demás actividades. No lo hacen por dinero o por mejorar su curriculum. Simplemente les gusta, lo disfrutan. Lo hacen porque para ellos tiene un sentido, al igual como lo hacía el fundador del hogar de Cristo.

Y así como muchos se inspiran en el ejemplo del padre Hurtado, él se inspiró en las palabras y la vida de uno más grande que él. Cuanto hagan a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hacen (Cfr. Mateo 25, 31 – 46). Por eso muchos salen al encuentro de quienes viven el  “cuando tuve hambre, estuve enfermo o en la cárcel”.


No es necesario dar hasta que duela, aunque muchos más podrían hacerlo. Basta con dar, puesto que en cada gesto de generosidad, incluso en el más pequeño y especialmente con el más pequeño, está Dios presente. 

miércoles, 6 de agosto de 2014

¡Viva la vida!


Sin querer hacer una exégesis musical, vemos cómo la música nos habla de la vida. No me refiero tan solo a Coldplay. Podría decir, como Celia, que la vida es un carnaval, pero me quedo con lo que dice Nano: la vida es un gran regalo. Y tiene mucha razón, es quizás el mayor regalo que tenemos, puesto que nos permite todo. Al fin y al cabo, sin vida no podemos hacer, sentir, o bien, disfrutar como nos diría Wisin. Por eso es que todos queremos vivir y vemos la vida como un bien, algo que queremos. Es algo profundo en el hombre. En los animales lo vemos tan claramente en aquello que llamamos instinto de sobrevivencia. Ellos nos muestran que quieren vivir, y nosotros, también.

Quizás por lo anterior nos choca tanto ver cómo tanta gente muere producto del conflicto árabe-israelí. Hoy por hoy, sin duda que aparece la vida como un opuesto a lo que sucede en oriente medio. Aun así, en Gaza podemos ver que en medio de violencia y muerte, la pequeña Shaima nos muestra cómo la vida quiere vencer. Lamentablemente, a pesar del esfuerzo de los médicos, no siempre es posible que la vida triunfe. Dicho esfuerzo me parece semejante al de los médicos rancagüinos, que realmente buscan el bien de las personas, y no se transforman en verdaderos “matasanos”. Podemos continuar citando casos y aparece el Dr. Besio que está en contra del aborto, y no por temas puramente religiosos.

Aun así, han aparecido, según describe Esposito(1) , visiones que apuntan a que hay  vidas que son mejores que otras, e incluso algunas que no merecen ser vividas. Me parece que esto para la mayoría no tiene sentido. No es concebible la idea de que haya personas que “merezcan” vivir más que otras. No es un tema de años, sino que de individuos, personas. No se es más persona por la edad que se tiene. Sin embargo, hoy aparece como una opción aparentemente válida que haya vidas y libertades que son superiores.  Es cosa de ver propaganda pro-aborto, que pone el derecho de decidir por sobre la vida, lo que no se aleja demasiado de lo que se practica en Gaza.        

Ciertamente, esto no pretende ser una defensa sistemática en favor de la vida, sino que tan solo ver un poco lo que está más a flor de piel, aquello que se entiende más por sentido común que por argumentos finamente elaborados. Tampoco quiero dármelas de político, de filósofo o de poeta– aunque en el fondo me encantaría – pero creo vale la pena darle una vuelta al tema. En fin, son muchas las cosas que hablan de la vida y pensé que sería bueno hablar de ella.

Es así como, en medio de este pensamiento escrito, aparece una pregunta, ¿Cuál es el valor de la vida? Si mal no recuerdo, en clases de economía escuché que se podría calcular el valor de la vida humana. Vendría a ser algo así como el valor presente de la utilidad que genera una persona en toda su vida. No hay duda de que esto es algo meramente economicista y que carece de una visión adecuada de lo que significa la vida humana.

Nos preguntamos de nuevo, ¿Cuál es el valor de la vida? Sinceramente yo no tengo una respuesta acabada. Cada uno podría ver cuánto vale su propia vida y la de los demás, especialmente la de los más cercanos. Aun así, creo que la vida es un gran regalo. Es un tan valiosa que hay que cuidarla a toda costa, y por eso me parecen tan loable el esfuerzo por protegerla, ya sea en Gaza o en Rancagua. Y donde triunfa la vida, sin duda, está Dios Presente.


(1) Esposito, R. BIOPOLÍTICA Y FILOSOFÍA. Buenos Aires: Grama ediciones, 2006.