domingo, 28 de septiembre de 2014

La alegría del dieciocho

Sin duda fueron días de gran alegría y descanso para quienes vivimos en Chile, así como también para los chilenos en el extranjero, para quienes la nostalgia se junta con la alegría de unirse con su patria y seres queridos, a pesar de la distancia, en una misma fiesta. Si bien el dieciocho quedó atrás, aún es posible hallar celebraciones con cueca y empanadas. Todavía se puede encontrar en el dieciocho chico una buena excusa para continuar festejando.

Y las fiestas no pasaron en vano. Son muchas las maneras de notarlo. Basta con mirar a nuestro alrededor – quizás en nosotros mismos – y ver en los kilos ganados verdaderos vestigios de lo que sucedió en tan pocos días. Esos kilos de más pueden ser para muchos un mal augurio para el verano, pero pueden ser también un signo de lo vivido durante las fiestas patrias, muchas veces sin darnos cuenta: un encuentro real con el Dios inmanente.

¿De qué estamos hablando? Probablemente nadie tuvo arrebatos místicos mientras se comía un choripán, y son pocos los que dedicaron sus días al silencio, la contemplación y la oración. Antes bien, todo lo contrario. Se trata más bien de mirar hacia atrás con otros ojos y ver desde otra perspectiva lo que ocurrió.

Recordemos que fue Jesús quien le dijo a sus discípulos “venid y comed” (Juan 21, 12). Del mismo modo, durante este dieciocho Dios nos llamó a sentarnos a la mesa junto a Él. No fue de forma evidente como puede serlo en la eucaristía. Sin embargo, haciendo una mirada retrospectiva, es posible reconocerlo con facilidad, solo se necesita un poco de fe.

Francisco nos habla de la alegría del evangelio y cómo el gran riesgo del mundo actual es “una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro” (Evangelii Gaudium 2). El papa ha hablado muchas veces de la cultura del encuentro y qué mejor signo de encuentro que el dieciocho. Familias y amigos se reúnen para celebrar en un mismo espíritu. Muchos salen de la rutina para compartir y hallan allí una enorme fuente de alegría.

Es por esto que propongo la alegría del dieciocho como lugar de encuentro con Dios. Disfrutar un rico asado, un buen paseo y de un merecido descanso. Choripanes, chicha, empanadas, anticuchos, cueca y todo lo que viene junto a las fondas. Todas estas alegrías que nos llenan el corazón son muestra, aunque sea disimulada, de la presencia de Dios, del Dios que se hace presente aunque no lo reconozcamos, y que quiere que lo hagamos más presente en nuestras vidas.


Cada uno puede hacer la prueba. Es un sencillo ejercicio. Basta con recordar lo vivido estos días y dar gracias a Dios por cada regalo, cada gesto y cada alegría, aunque parezca insignificante, de su presencia y compañía. 

domingo, 7 de septiembre de 2014

Periferias económicas

Llegó septiembre y para muchos esto es sinónimo de asado y empanadas. Sin embargo, me parece que es un buen momento para ver que el mes de la patria va más allá de los festejos. Estas fiestas  quieren ser más que una buena excusa para celebrar; parecen ser una invitación a soñar qué país queremos, y sin duda, algo que todos queremos es el tener un Chile más justo.

Jesús una vez dijo: “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lucas 12, 48). Me parece que estas palabras se aplican perfectamente a los líderes empresariales del país, un grupo tan decisivo, capaz de marcar la diferencia en lo que sucede en nuestro país.


Y hace algunos días tuve la oportunidad de participar en la presentación del documento “La Vocación del Líder Empresarial” organizada por la USeC. Reconozco que me llamó la atención que la conferencia fuera en un hotel bastante elegante de la capital, considerando el tema que se abordaría.

Es fácil cuestionarse o criticar qué hace un cardenal en un hotel así. Pero fue precisamente ahí donde me di cuenta de una nueva dimensión de las periferias que habla el papa Francisco. No se trata tan solo de ir a lugares olvidados por la sociedad, sino también de aquéllos en los que pareciera que los hombres se han olvidado de Dios.

En este sentido creo que por más que fuera un lugar bastante lindo, se trata de una periferia, un lugar límite, ya que por cómo funciona el mundo, pareciera que Dios está completamente fuera del mundo de los negocios. Por eso mismo me parece tan valiosa la visita del cardenal Turkson a los empresarios. De esto se trata salir al encuentro del otro: llevar el evangelio justamente donde es más urgente.

El cardenal no quería juzgar ni criticar a los empresarios, sino que darles una mano para unir su trabajo con la acción creadora de Dios. Del otro lado, ellos mostraban una apertura a un mensaje que los llamaba a unir criterios económicos como eficiencia y competitividad, con la conciencia de la dignidad del hombre y el bien común.

Es en este anhelo, o al menos en este llamado que hizo el cardenal ghanés, que Dios se hace presente, aunque aún falte mucho por avanzar. Dios se muestra en esta sincera búsqueda de hacer algo más que negocios, aunque sea difícil en su posición. Y este gesto me hace mirar el futuro con mayor esperanza. En medio de tantos signos desalentadores me alegra saber que hay empresarios que se cuestionan lo que están haciendo y que reconocen que hacer negocios no se reduce tan solo a ganar dinero, sino que tiene un sentido trascendente y que son capaces de construir un mundo mejor para todos.