Se trata de esa relación con
Dios. Un día sí. Un día no. Hay días mediocres y otros en que Él brilla por su
ausencia. Hay también, para algunos, días en que todo es Dios. No es necesario
ir de retiro, simplemente todo nos habla de Él.
El inicio del año siempre es una
buena ocasión para dejar cosas atrás. Puede ser la vuelta de vacaciones, un
cambio de trabajo, una nueva relación o un cumpleaños. Quizás sea una
oportunidad para mirar la vida desde otra perspectiva.
Es cierto que muchas veces se nos
presenta el imperativo de la religión. Es esa exigencia que parece más cercano
a las abuelas o señoras piadosas, pero que en el fondo todo cristiano tiene.
Bueno, unos más que otros. Es que muchas veces acercarse a Dios se nos presenta
más como un deber que como un deseo. Se parece más a un cumpleaños de un
pariente al que hay que asistir solo por obligación y en que ni siquiera se
come bien.
Sin embargo, eso es más de los
hombres que de Dios. Él no obliga. Simplemente llama, golpea la puerta, toca el
timbre, pero no hostiga. Dios no se vende. Simplemente viene a nuestro encuentro
y si no le abrimos no se enoja y, aunque se entristece, no te llena de spams.
Va muchísimo más allá del “queridos
hermanos y hermanas” del cura del domingo o el encuentro con alguna
monjita. Se escucha en cosas tan simples como cuando un amigo dice “tienes un
minuto”. Es que Dios nos sale
al encuentro, como diría Francisco, en todo y en todos.
Eso es lo lindo. Podemos mirar
hacia atrás, quizá el mes, el semestre o el año. Basta con mirar la semana, o
incluso el día de ayer, para ver cómo vino Dios, golpeando nuestra puerta y lo
dejamos afuera. En la palabra de aliento, en el buen consejo, en la ayuda
desinteresada o en la cerveza con los amigos. Quizás no lo escuchamos, o tal
vez no queremos que entre. Sea como sea, Él está ahí, esperando, diciéndonos
cada día que es posible volver a comenzar, empezar de cero.
Sin embargo podemos ver cómo
muchas veces le abrimos sin darnos cuenta. Es el Dios que venía con buenas
noticias y alegrías, que llegaba con los seres queridos y nos llenaba el
corazón. Es por eso que es una relación de cada día y que nos invita a
buscarlo, a reconocerlo. A veces es suficiente con hacer una pausa y ver que
estaba ahí. Así de simple.
Sea como sea, Él espera. Espera que
le abramos y le demos una nueva oportunidad. La buena noticia es que nunca nos
deja de dar oportunidades, nos dice una y otra vez, como canta Luis Ramiro, te
vendré a buscar, para volver a empezar de cero.