Al llegar a México, hace poco más de un año, a los pocos días fui a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, uno de los principales lugares de peregrinación del mundo católico. Aquella vez, al igual que las siguientes, fue toda una experiencia: la amplitud y grandeza, los miles de personas de diferentes nacionalidades y, sobre todo, estar en un sitio donde se apareció – según relata el Nican Mopohua – la Virgen María al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin en 1531.
Sin embargo, no pretendo hablar del lugar, de la gente o de las apariciones. Sencillamente quiero compartir acerca de una frase que me llamó la atención aquella primera vez en la Villa y que aparece sobre la puerta principal del templo: ¿No estoy yo
aquí que soy tu madre? Poco después me enteré que estas palabras se las dijo María de Guadalupe
a Juan Dieguito debido a la preocupación de éste por su tío enfermo, lo cual le impedía cumplir los deseos de su
Señora.
Es que incluso antes de ver la tilma de Juan Diego con la famosa
imagen de María, aparece esta frase. No es simplemente un relato antiguo, no es
solo pasado, sino que se hace presente para cada peregrino que llega a los pies
del cerro Tepeyac sin importar su origen o condición. Es por esto, que quisiera
compartir qué significan - para mí - estas palabras tan sencillas y profundas.
a. En primer lugar, lo más evidente (o no) es
lo que vivió Juan Diego. Todos tenemos múltiples preocupaciones, y éstas nos
pueden agobiar e impedir que hagamos el bien que debemos, ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? nos invita a confiar en Ella, que nos cuida y acompaña
en nuestras necesidades, como cualquier madre que se preocupa por el bienestar
de sus hijos.
b. Si bien lo anterior es cierto, nos puede dejar con
una especie de fe interesada, que acude a Dios solo cuando pasa necesidad. Es por esto que
ese ¿No estoy yo aquí...? nos hace una llamado de atención, nos invita a hacer un alto en
medio de “nuestras cosas” y nos hace poner la mirada en lo alto, en Ella que es
nuestra madre. María nos dice: detente un
momento, aquí estoy, soy tu madre, no vivas como si yo no estuviera aquí.
c. Y finalmente, nos dice soy tu madre, no soy cualquiera que te ayuda, no estás solo ni eres
huérfano. En medio de un mundo tan individualista Ella nos dice que la soledad
no es más que una ilusión que se hace realidad cuando nos olvidamos que Ella
está ahí y que es nuestra madre.
“¿No estoy yo
aquí que soy tu madre?” no es solo una linda frase del pasado, son palabras de un Dios que se
hace presente en nuestra vida a través de su madre, María de Guadalupe. Y esto
nos da un gran beneficio. Nosotros podemos decirle con todo derecho: ¿no estoy yo aquí que soy tu hijo? Así
podemos apelar en todo momento a su favor, y sin duda, nuestra confianza y
debilidad serán nuestra mayor ventaja, no por nuestros méritos, sino por su
gran amor de madre.
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