A decir
verdad, tenía pensado escribir algo acerca de la primavera que llega y que no
llega. Sin embargo los últimos acontecimientos no me dejan indiferente. Los
medios una vez más tergiversan los hechos y la noticia sobre Ezzati
y la supuesta denuncia de los tres sacerdotes es manipulada. Las reacciones
fueron diversas. Tardó un poco, pero la verdad salió a la luz y el
arzobispado negó haber hecho tal denuncia.
Aun así, con o sin motivos, vino la tormenta. Pese a haber
sido iniciada por una información falsa provoco daños significativos.
Tristemente, los heridos no son solo los tres sacerdotes en cuestión o el
arzobispo de Santiago, sino que la Iglesia, y por qué no, también la sociedad.
Pareciera ser que lo más fácil es tomar una
postura como lo hizo Benito
Baranda. Junto con ello surgen las más diversas opiniones y calificativos. En
el ambiente se escucharon frases como “por fin Ezzati” o “yo soy de Berrios”. Sin
embargo, estas posturas solo crean división, discordia. No se trata de olvidar
la verdad, sino que buscarla con medios y formas adecuadas, con respeto y
caridad.
Esto no es solo una problemática eclesial, refleja cómo hoy
en día se buscan soluciones. No siempre hay una búsqueda sincera y
desinteresada de la verdad, sino que se pretende imponer cuál es el mejor
camino, al extremo que lo importante deja de ser el objeto buscado y lo
principal pasa a ser quien lo dice.
Lamentablemente, es fácil
olvidar que son estas divisiones las que traen grandes tragedias al mundo.
La división hace mal, tanto así que muchas veces ésta persiste sin recordar
cuál es su causa. Y de rupturas la historia tiene todo tipo de casos. Pasa en
las mejores familias así como ha ocurrido en nuestro país y en el mundo
entero.
Afortunadamente,
la Iglesia no sabe solo de desaciertos y errores. Francisco dijo al iniciar el sínodo
de la familia “que
nadie diga: 'Esto no se puede decir; pensarán de mí así o así...'”. Se trata de buscar la verdad juntos. En
este caso cómo vivir mejor una verdad que ya poseemos, el mensaje de Cristo. El
intercambio cuando es con apertura es conveniente, pero cuando se comienza a
descalificar y polarizar se vuelve estéril.
Me parece que la verdad no se impone ni se crea, sino que se busca, y cada tanto hace falta actualizarla, no acomodarla. No es que la verdad cambia, el hombre es el que cambia, por eso la verdad es siempre nueva. Y para esto el diálogo es fundamental. Esto no es nuevo, ya lo dijo Sócrates antes de Cristo, pero se nos olvida con facilidad.
No siempre es sencillo, pero donde hay diálogo y una búsqueda sincera de la verdad está Dios presente y queriendo hablarnos. Cuesta escucharlo, por eso cuando nos ponemos sordos la verdad quiere brillar y es posible enmendar el rumbo, como lo hizo el padre Mariano Puga.
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