martes, 8 de diciembre de 2015

En la Inmaculada


Hoy se acaba el Mes de María y termina con una fiesta que nos recuerda que no somos inmaculados. Esto no es una crítica ni un comentario pesimista, sino que una realidad. Es parte de nuestra naturaleza el cometer faltas, muchas veces sin darnos cuenta, y la Virgen María viene a ser la excepción que confirma la regla. No obstante, es más que una excepción.


Desde ayer en la noche cientos de ciclistas pedalean hasta el santuario de Lo Vásquez y cerca de un millón de personas peregrinan a este santuario mariano, y esto no es una exageración .  Del mismo modo miles y miles de personas, en distintos lugares del mundo, acuden a los pies de la Virgen que abre sus brazos para recibirlos con sus penas y angustias, con sus alegrías y esperanzas, para acoger sus peticiones y sueños ¿Qué más nos dice esta fiesta? ¿Qué hay en medio de tanto movimiento? 

Nos dice que acudimos a Ella porque queremos parecernos a Ella. En María vemos una mujer especial, fuente de consuelo y felicidad. Ella es un ejemplo de vida, por eso nos acercamos, para que se nos pegue algo de su bondad. En el fondo hay un anhelo en el hombre de ser cada día mejores personas.

Es cierto que no somos inmaculados ni perfectos, pero nos damos cuenta que nuestras faltas afectan a otros y que en la medida que dejamos de lado el mal vivimos más libres y contentos. No pienso en cosas muy elevadas. Por ejemplo, si somos más amables la gente nos tendrá más aprecio. Son detalles muchas veces, pero los detalles hacen la diferencia

En este deseo de ser mejores Dios se hace presente. Por eso nos regala el ejemplo de María, la Virgen Inmaculada. Pongámonos a sus pies para que ella nos regale un poco de su bondad, para que seamos cada día un poquito más semejantes a la madre de Jesús. 





viernes, 30 de octubre de 2015

En una cerveza


Hay que compartirAsí enseñan, y con justa razón, las tías del jardín a los niños. Es que el egoísmo es para todos algo malo, aunque en la práctica muchas veces caemos en él. Por lo general lo hacemos sin querer y sin darnos cuenta. Aun así, es fácil estar de acuerdo en que en el trato con el otro como un tú hay algo que nos hace bien, que nos plenifica, o al menos, que nos alegra.

Juntándonos a comer o a tomar algo – con moderación y responsabilidad claro, pues esto no quiere ser una justificación para los excesos – podemos sentir una linda satisfacción. Es cierto que lo que se comparte ayuda y que si se realiza en medio de un matrimonio o cumpleaños puede hacer que la alegría sea mayor. Sin embargo, ya sea con una cerveza, un vaso de coca, una hamburguesa o incluso una canción; la compañía no es accidental. Sea en familia o con los amigos, no importa si es un pequeño evento o una gran celebración. Todo suma.



Pongamos el acento en las personas. La cerveza, por ejemplo, es medio y fin. Es rico disfrutar una buena pilsener, y si es artesanal mejor aún. Las bondades del fruto de la cebada son muchas. Gracias a esto la bebida y la comida son una buena excusa para reunirse.

Es que si bien la comida congrega, lo importante es esto último, el congregarnos. No es lo mismo hablar por wasap o vernos en instagram. El trato directo y personal, sin tecnología de por medio, es diferente. El caso es que en el compartir se da algo especial, que antes que intentar describirlo, cada uno puede indagar lo que esto significa a partir de su propia experiencia.

Y como Jesús era humano, tuvo muchos encuentros. Él mismo dijo a sus discípulos que ya no los llamaba siervos, sino amigos (Cfr. Jn 15,15), y esto lo hizo luego de sentarse a la mesa con ellos. Por mi parte, recuerdo mis últimos encuentros con mis amigos y, antes que la comida, lo bueno es que fue con ellos. El lugar y la comida, aunque ayudan bastante, no es lo más importante.


Sigamos. “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18). Creo que esto va más allá de la relación varón-mujer. Es que el hombre está llamado a la comunicación, con los iguales y con los que no lo son tanto. Las personas semejantes nos muestran que hay otro que comparte lo que somos y en aquellos que son diferentes vemos que hay una realidad distinta a la nuestra que nos abre horizontes. Ciertamente no hay nadie totalmente extraño, o bien, exactamente igual.

Francisco nos dice que “la apertura a un «tú» capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo la gran nobleza de la persona humana” (LS 119). Esta apertura propia del hombre se manifiesta cuando me abro y comparto con el otro, de igual a igual. Es en este encuentro, en toda la riqueza del otro, donde Dios se manifiesta regalándonos su alegría, sacándonos de nosotros mismos para ver lo bueno que nos regala el otro. Cerrarnos a los demás le quita belleza a la vida.

No se trata de una separación radical entre quien lleva y quien recibe a Dios. Todos llevamos y recibimos a Cristo en el otro, en su bondad y virtudes. Más precisamente, Dios se hace presente en ese encuentro. Es más que una suma, la alegría se multiplica cuando se comparte, y si es con algo rico de por medio mejor aún. 

viernes, 11 de septiembre de 2015

La paz que todos queremos


Sin duda que hoy, 11 de septiembre, es un día que nos recuerda el valor de la paz. No es solo ausencia de guerra o violencia, sino que requiere una cierta armonía con uno mismo y con el mundo. Es triste pensar que haya un día en que la violencia está, en cierto sentido, permitida o justificada para algunas personas.

Por otro lado, la paz no es solo un tema social. “Muchas personas experimentan un profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda velocidad para sentirse ocupadas, en una prisa constante que a su vez las lleva a atropellar todo lo que tienen a su alrededor” [1]. Así Francisco nos cuestiona a un nivel personal y cotidiano respecto a nuestro estilo de vida. De este modo no se relaciona solo con aquello que ocurre en medio oriente o lo que quedó en el pasado.

El día de hoy no muestra que en nuestra historia la paz se ha visto interrumpida. La caída de las torres gemelas o el golpe militar en Chile son momentos críticos que muestran cuán valiosa es esta paz. La violencia sin duda una manifestación, pero no es la causa última ¿Dónde está la raíz?

Los hippies lo decían amor y paz. Los franciscanos usan el saludo paz y bien. En distintos momentos y culturas la paz es un bien preciado, posee un valor en sí misma. No hay duda que la paz trae consigo muchos beneficios, nos permite trabajar, crear, reír. Es un deseo humano arraigado en lo más íntimo del hombre. Incluso cuando se intenta justificar el uso de la fuerza – aunque no pretendo juzgar esta postura  – es en miras de tener un mundo más apacible.  

Uno de los ideales de la revolución francesa era la fraternidad. No es solo respeto o justicia, se trata de estar en armonía con el otro, lo cual exige reconocer su dignidad, su valor, sin ponerse por sobre los demás, sino que valorar la riqueza del prójimo, no por sus capacidades o méritos, ni tampoco por lo que posee o es capaz de producir, sino que simplemente porque es persona, al igual que uno. Si el otro no es valorado, la paz se ve amenazada. Se torna una paz utilitaria, la cual se solo mantiene en la medida que conviene a mis objetivos.

Así como Gandhi y Mandela buscaron. Jesús también lo hizo. Antes de partir al cielo le dijo a sus amigos: “La paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14, 27). En ocasiones en que la concordia escasea, cuando se ve amenazada, Cristo es fuente de paz y tranquilidad. Pero no solo eso, también en la paz encontramos a Dios que nos sale al encuentro. Él quiere un mundo pacífico, esa es la imagen del paraíso y un deseo del hombre. Todos los hombres – dice el papa – “estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud [2].

Ponerse al servicio de otros es el camino que nos muestra Jesucristo. El ideal de armonía, de justicia, de fraternidad y de paz que propone Jesús está en las antípodas de semejante modelo [de dominación], y así lo expresaba con respecto a los poderes de su época: «Los poderosos de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Que no sea así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande sea el servidor » (Mt 20,25-26) [3]".

Dios se manifiesta en la paz. Dios nos da su paz y nos convida a contribuir, no solo en Siria o Palestina, sino que también en nuestra vida diaria, con nuestros hermanos. Muchas veces es más fácil pelear, pero la invitación es a ser grande en servicio al hermano, según el ejemplo de quien se entregó por entero.




[1Laudato si’ 225.
[2] Ibíd. 53.
[3] Ibíd. 82

jueves, 25 de junio de 2015

¿Queremos ganar así?

Antes que todo, quiero que quede claro que siempre he querido que Chile salga campeón. Aun sostengo que creo en la roja. Sin embargo, el partido de ayer me dejó con un gusto amargo. En realidad salí contento del partido. Digo 'salí' no porque haya ido al estadio, sino que porque al terminar el partido mi único sentimiento era de alegría por haber ganado un partido difícil y con buen fútbol ante un rival complicado. Salí satisfecho, no solo porque no nos hicieron la uruguaya - recordaba el amistoso del año pasado en el Monumental - sino que además porque Chile hizo partido inteligente, con buen fútbol y con un rendimiento fuera de lo normal de muchos jugadores. 

Lamentablemente, después del partido, en vez de irme a dormir, vi la prensa y recibí muchos mensajes que mostraban claramente "la gracia" de Gonzalo Jara. Está bien, ganamos, pero ¿es lo nuestro? ¿está bien ganar de ese modo?

Alexis Sánchez, a quien cada día admiro más especialmente por lo que muestra fuera de la cancha, decía que un jugador uruguayo le pedía perdón por los golpes, pero que "era su juego". Yo me pregunto ¿cuál es nuestro juego? Hasta hace algunos años eramos uno más, un equipo que tan solo participaba. Ahora tenemos personalidad y, desde Bielsa, Chile sale a buscar resultados y proponer algo. Pero con lo de Jarita nos vamos para un lado que no me gusta y que muchos critican. Así como morder a un jugador o los chanchullos de Grondona, esto no cabe dentro de 'las cosas del fútbol'. Es precisamente lo contrario, es aquello que empaña y ensucia algo tan, pero tan lindo. 

Miremos con detención. Aquí hay algo de fondo, la famosa frase acerca de que el fin no justifica los medios. Y creo que tiene razón. No podemos ganar a cualquier precio. Esto es lo mismo que todos los chilenos criticamos en casos como PENTA o SQM, con la única diferencia en que en este caso Chile sale beneficiado. Se trata de aprovecharse de las circunstancias y actuar ilícitamente mientras no te están viendo, sin valores ni principios de por medio. Es cumplir las reglas, jugar limpio, solo si me pillan. 

Yo creo en la roja, creo que tenemos una selección excepcional y que es capaz de lograr grandes cosas sin necesidad de jugar sucio. Desgraciadamente perdimos esa posibilidad. Ahora tenemos las manos manchadas por el gesto poco noble de uno de los nuestros, uno que nos representa, no es 'solo él' cuando viste la roja.  

¿Cómo no hablar del choque de Vidal? Entiendo que hay que perdonar los errores, Jesús mismo lo enseñó con su vida. Pero también me parece el amor también educa, por lo que no se puede continuar como si nada hubiera pasado.  Lo que pasa en el caso del rey Arturo, entre muchas otras cosas, es una disociación entre vida, valores y fútbol. Es tomar demasiado en serio la expresión 'lo que pasa en la cancha se queda en la cancha'. 

Afortunadamente, hay cosas rescatables y valorables en medio de todo esto. La complicidad y sentido del humor de Gary Medel, los gestos de agradecimiento y apertura hacia los demás de Alexis Sanchez, junto a lo que hacen en la cancha, nos dan clases y nos muestran lo bueno que han en el fútbol más allá del mismo. Incluso que Sampaoli haya perdonado un error de Vidal es signo de que el fútbol así como humano tiene algo de divino, y que las cosas no quedan solo en la cancha, sino que trascienden personas y realidades. Significa que lo bueno, que Dios mismo, no puede quedar totalmente fuera de una de las cosas más bellas del mundo: el fútbol.



miércoles, 10 de junio de 2015

Copa América 2015


Mañana empieza la Copa América y Chile vuelve a soñar. En medio de tiempos revueltos en política y educación, el fútbol ocupará parte importante de nuestra atención. Es así como este jueves reviviremos en parte lo que fue el mundial y una vez más quiero expresar que creo en la roja.

En Brasil estuvimos a punto de lograr una gran hazaña y lamentablemente no se pudo. Sin embargo, quedamos con un sano orgullo por lo mostrado, un juego que propuso y que nos hizo pensar que eran posibles cosas grandes. Los jugadores dieron lo mejor de sí, pero no fue suficiente. Ahora tenemos una ocasión para la revancha. Dentro de los próximos días tendremos la oportunidad de quitarnos el gusto amargo que nos dejó una la derrota apretada.

Si tras el mundial la fe del pueblo chileno se desmoronó, ahora tenemos motivos para volver a soñar. Todo el mundo fue testigo de que los milagros existen, como lo fue el triunfo frente a España, campeón de Sudáfrica 2010. Ciertamente no son milagros en estricto rigor. Los goles no cayeron del cielo, sino que fueron fruto del esfuerzo y dedicación de muchos, incluso a pesar de que los pronósticos eran desfavorables. En este caso va más allá de los jugadores y del técnico. Se trata también de los miles de hinchas que estaban alentando en el estadio y los millones que seguíamos el partido a la distancia.


Esto muestra lo que es la fe: creer en algo no por las razones, aunque parezca difícil. Claro que hay motivos para confiar en la selección, pero nuestra esperanza en Alexis, Arturo y compañía va mucho más allá. Sin duda, durante estos días la fe de los chilenos vuelve a emerger. Se trata un fenómeno que supera la lógica y los pronósticos, que aunque parezca imposible no lo es. Y, durante este mes tan particular, todos seremos testigos de que la fe es algo humano y casi tangible.

No obstante, se dice que vivimos en un mundo sin fe, pero ¿es realmente cierto? Me parece que no y el fútbol da cuenta de ello. Tan solo nos falta darle espacio, entenderla como parte de la vida. Verla como algo más natural de lo que se la considera. Así como en el deporte rey, el mundo está lleno de fe y también de milagros del día a día, cotidianos. Es increíble ver cuántas personas entregan por otras sin esperar nada a cambio, que trabajan por hacer del mundo un mejor lugar, sin importar raza o religión.


Ahora solo queda esperar nuevos milagros aquí en casa. Y es en esta fe sencilla donde hay un espacio para que Dios aparezca

domingo, 10 de mayo de 2015

El Mar
















Sin duda que es un privilegio hacer una pausa y huir a la calma que ofrece nuestra extensa y estrecha costa. En el horizonte aparece un océano que de pacífico poco tiene, pero que aun así aquieta el corazón y despierta en nuestro interior un sentir que en nada se parece a lo que suscita a diario el estruendo de la ciudad

Lejos de aquello que en verano fue música, movimiento y calor, hoy se muestra “el mar de cada uno, amenazante y encerrado: un sonido incomunicable, un movimiento solitario”[1]; quien sin necesitarnos, nos llama. Si en la época estival el cielo nos deslumbró, ahora es el azul extenso nuestro protagonista.
Lejos de preocuparse por lo que ocurre en cortes lejanas, pasear por la playa nos regala, a pájaros y caminantes, una sensación única.  El viento revitaliza y refresca, la arena obliga a calmar el paso y mirar la vida con otros ojos. El rugido de las olas serena el alma y su silencio – que grita armoniosamente – invita a pensar. Así, con su inmensidad, el agua se disfraza de infinito invitando a contemplar una belleza sin igual y que hasta exige dar gracias por la creación, a la que también llamamos mundo, que es lo mismo, pero no es igual.

Fue precisamente a orillas del mar de Tiberíades – y no creo que haya sido por mera casualidad – donde se manifestó al amanecer Jesús resucitado a sus discípulos, quienes,  como nosotros, no lo pudieron reconocer (Cf. Jn 21).   


El asombro frente al mar nos transporta a una dimensión que fácilmente podemos llamar religiosa. Neruda nos cuenta como fue su primera vez frente al vasto campo salado. “Cuando estuve por primera vez frente al océano quedé sobrecogido. Allí entre dos grandes cerros (el Huilque y el Maule) se desarrollaba la furia del gran mar. No solo eran las inmensas olas nevadas que se levantaban a muchos metros sobre nuestras cabezas, sino un estruendo de corazón colosal, la palpitación del universo[2].

Es así como el mar se vuelve sacramento. Los sacramentos, decía Boff[3], – en un sentido amplio del término - no son propiedad de la Iglesia, son constitutivos de la vida humana. Por medio de ellos podemos percibir que Dios está siempre presente en el mundo. Así, el sacramento es una señal que contiene, exhibe, rememora, visualiza y comunica una realidad diversa de ella, pero presente en ella. Es bueno para el corazón. Alimenta el espíritu, y no el cuerpo. (...)  El mundo sin dejar de ser mundo, se transforma en un elocuente sacramento de Dios: el mundo, el hombre, cada cosa, señal y símbolo de lo trascendente.

Si tan solo contemplamos y nos dejamos invadir por la inmensidad del mar, quien tan solo nos muestra su piel, sin necesidad de entrar en él, nos sumerge en un misterio. Aquello que sentimos frente a él, se asemeja a la experiencia de Dios vivo, quien se hace presente como sacramento en el frío e inconmensurable azul.




[1] Pablo Neruda, Confieso que he vivido.
[2] Ibídem.
[3] Leonardo Boff, Los sacramentos de la vida. 

domingo, 19 de abril de 2015

El Bosque de Karadima



Hace algunas semanas comenzaron a aparecer los primeros carteles y en unos días más – este jueves 23 de abril – se estrenará la película “El bosque de Karadima” (ver trailer). Lamentablemente está basado en hechos reales, lo cual a mí parecer supera ampliamente lo que han sido Penta, Caval o SQM para la política chilena.

Ciertamente, el caso Karadima de ninguna manera es justificable o defendible. Los abusos dentro o fuera de la Iglesia son y serán siempre algo repudiable y nefasto. Es por eso que el papa Francisco ha pedido perdón por el daño, no solo en general, sino que también en ocasiones particulares y apersonas concretas, como sucedió con cierto joven español.

Por mí parte, no pretendo por ahora comentar la cinta o el asunto en general. Quisiera simplemente compartir algunas miradas que pueden ayudar a abordar la película con mayor perspectiva y ofrecer cierto contexto que permita juzgar con más elementos lo expuesto en este largometraje. Al menos espero que al ir al cine el único pensamiento no sea “todos en la Iglesia son iguales”.

En primer lugar, creo que es necesario tener claro que el bosque de Karadima es, en cierto sentido, "tan solo" eso, un bosque dentro del mundo que es la Iglesia. El mismo papa Francisco, antes de asumir el pontificado, estaba con los pobres y marginados. Por eso sus palabras de salir al encuentro de los más necesitados, misericordiar, y buscar la paz y la justicia, no son solo un lindo discurso, sino que fruto de su vida y reflexión, son ante todo su manera de vivir el evangelio. Es así como no hay duda de que la imagen de Francisco contrasta radicalmente con Fernando, siendo ambos miembros de la misma Iglesia y contemporáneos.

Vamos un poco más allá. El papa actual no es el único que muestra una Iglesia diferente a la que presenta la película de Matías Lira. Son muchos, muchísimos, los casos de fidelidad al mensaje de su fundador. No hace falta mirar al pasado y nombrar a san Francisco de Asís o San Ignacio de Loyola. Tampoco es necesario volver al Chile de los años cuarenta y hablar del P. Hurtado. Podemos missão Belém (ver video), que se dedica a sacar a personas de la droga con el evangelio en la mano. O bien, algo similar que ocurre en la Legua, con la comunidad terapéuticaJoven Levántate, iniciativa que surgió al alero de la parroquia san Cayetano y animada por el mensaje de Cristo.

No es mi objetivo bajar el perfil, ni mucho menos defender lo indefendible. Aun así los hechos hablan por sí solos y, aunque sin tanta propaganda, ejemplos hay muchos de cómo la Iglesia sí es fiel al mensaje de Jesús. Hace un par de años, tuve la oportunidad de conocer de cerca el asilo Vila Itagiba, en Brasil (ver video). Allí mujeres alegres y valientes se dedicaban a cuidar ancianos, impulsadas a servir desinteresadamente a Cristo presente en el prójimo. Seguramente quien lea este artículo conoce ejemplos que podría agregar a una extensa lista de quienes sirven desde la Iglesia, la misma Iglesia de Fernando Karadima, a los más necesitados. 

Sin duda que el daño que puede hacer una personalidad enferma con poder es muchísimo. Sin embargo, y por más terrible que sea, hay también muchas personas dentro de la Iglesia que hacen el bien y no solo con los más pobres. Si bien, el mal cometido es terrible, reducir a la Iglesia tan solo su lado negativo me parece un error.


Reconozco que me duele la Iglesia. Me duele saber que sucedan estas atrocidades. Pero aun así creo que, a pesar de estas grandes heridas, Dios sigue actuando. Para mí, Dios está presente en la Iglesia, así como tristemente también lo está el mal. El mismo papa BenedictoXVI lo reconoció. Por eso esta película, que nos relata aquel que fácilmente puede ser el hecho más doloroso de la Iglesia chilena, nos pide a gritos que estos crímenes no vuelvan a ocurrir dentro ni fuera de la Iglesia. Sin embargo, no hay que olvidar que son muchos más los casos de personas que hacen el bien inspirados por Jesucristo.

viernes, 10 de abril de 2015

En la punta de los dedos

¿Cómo se usa?’ Esta fue la pregunta que me hice hace algunos luego de instalar WhatsApp. Sin embargo, creo que la cuestión se hace más profunda frente a este fenómeno que se presenta en todos lados y al alcance, literalmente, de la mano. El asunto aumenta de proporciones cuando se añaden otros elementos como Facebook, Twitter o Instagram.

Hace algunas semanas leí una noticia que hablaba del impacto de las redes sociales en el rendimiento escolar. Sabemos que no solo influyen en lo académico. En los últimos años han tocado, o más bien invadido, todas las dimensiones de nuestra vida.   

Me parece que se hace urgente preguntarse cómo usar estas tecnologías. Basta ver a tanta gente que camina como zombi con el celular en la mano, a los hipnotizados del metro, o bien, a aquellos automovilistas que afirman con más fuerza el teléfono que el volante.

Quizás más de alguno se enteró que el año pasado tuvo su debut y despedida la serie Selfie. Se trataba de una adicta a las redes sociales y su compañero de trabajo que vivía al margen de ellas. En resumen, ella tenía una gran actividad ‘social-virtual’, pero una pobre ‘vida real’, lo cual la llevó al colapso. Para la protagonista, la realidad estaba tan fragmentada que ella se quebró al reconocer que aunque tenía miles de seguidores y fans, no tenía amigos de verdad. En cambio, para el coprotagonista, el mundo virtual era desconocido y por ello se perdía buena parte de lo que ocurría a su alrededor. Ciertamente ambos iban por mal camino. A medida que la serie avanzaba, estos personajes – caricaturas no tan lejanas a la realidad – lograban dar pasos importantes para sanarse y convertirse en personas que vivían efectivamente “en este mundo”.  

Nuevamente me cuestiono: ¿Cómo se usa? Claramente no me refiero a los aspectos técnicos, sino a cómo utilizarlo correctamente, a cómo hacer que sea una herramienta útil – en el sentido amplio del término – que nos haga más humanos y no se torne un problema implícito de nuestra existencia. No hay duda que todos esto avances traen consigo grandes beneficios. El problema está cuando este progreso se nos escapa de las manos y nos volvemos esclavos de nuestras propias conquistas.

Me parece que lo central no es cuánto lo usamos, sino que lo importante es el cómo y la libertad que tenemos frente a ellos. No hay duda que es desagradable tener en frente a personas que en vez de compartir ven solo lo que ocurre en la punta de sus dedos. No hay que ser un agudo observador para reconocer que algo anda mal en aquellos que les cuesta alejarse de su celular o que se estresan sobremanera cuando no hay señal sin que haya una razón legítima para preocuparse.

Hace poco más de un mes, yo estaba en misa y, en un momento en que toda la Iglesia estaba en silencio, sonó mi celular y todo el mundo se dio cuenta. El padre reaccionó y dijo algo así como “parece que Dios está llamando”. Así es como el teléfono me traicionó. Sin embargo, creo que es cierto. Dios no solo llama, sino que también twittea, sube fotos y, por qué no, “whatsapea”.

Dios quiere entrar en todas las realidades. Hay gente que busca compartir cosas buenas a través de los medios y no simplemente aquello que vende, incluso a costa de la dignidad de otras personas como en el caso de "Fifi" (este blog quiere ser parte de ello, un intento por aportar). No se trata solo de material religioso, sino de publicaciones que dignifiquen y eleven al hombre, que lo ayuden a ser mejor. Como dice Cristobal Fones sj en su último disco, aquello que ayuda a hacer sentir al otro más humano”.

No me refiero tan solo cuentas como @Pontifex o los consejos de cuaresma del papa Francisco (que según escuché se viralizaron en WhatsApp). Dios se hace presente y se comunica, nos habla de muchas maneras: en los mensajes que traen sana alegría a nuestra vida cotidiana, en las tonteras que nos hacen reír, en los mensajes de cariño de nuestros seres queridos, en las buenas noticias y también en los mensajes que piden justicia en casos como Dávalos, Penta o SQM.

Dios siempre llama, solo hay que ponerle atención. 

martes, 3 de marzo de 2015

Bienvenido Marzo


¿Se te apareció marzo? Si pensamos en que hay que volver a clases o al trabajo, en las cuentas, trámites y gastos que llegan estos días, es perfectamente entendible que sea terrible el inicio del año. Más aún, si lo comparamos con lo que fueron los meses anteriores, con vacaciones, o al menos, con la ciudad más amigable por haber menos gente.

Sin embargo, mirar tan solo las cosas malas nos impide comenzar este año con el pie derecho. Es posible tomar una opción y afrontar esta inevitable realidad con una actitud más positiva, para que seamos dueños de nuestra vida y no esclavos de las circunstancias. En otras palabras, no solo ver el ‘vaso mediolleno’, sino que llenarlo aún más.

Aquí van algunos consejos, que aunque no son demasiado novedosos ni creativos, pueden ayudar a que marzo no sea una pesadilla. Yo por mi parte estoy tratando de implementarlos en mi vida.

1. Dar gracias por lo vivido en el verano: ¿Por qué no hacer una pausa y mirar lo que pudimos vivir este último tiempo? La invitación es a agradecer por las personas con que estuvimos, el descanso, los lugares que recorrimos y todo aquello que nos alegró. Incluso dar gracias por los kilos de más, reflejo de lo bien que lo pasamos. Que todo lo bueno vuelva a pasar por el corazón y que no quede simplemente en el olvido.

2. Ver el lado positivo de las cosas. Aunque parezca evidente y muchas veces lo hagamos de forma instintiva, esta es una actitud que frecuentemente no aprovechamos en toda su amplitud y profundidad. Agradecer la posibilidad de estudiar, tener trabajo o salud. La familia, los seres queridos y los amigos son buenas razones para dar gracias. Quizás puede ser el reencuentro con aquellos que no vemos hace un rato o al menos porque se estrenan capítulos nuevos de la serie que seguimos. Motivos nunca faltan.


3. Aún queda verano. Ésta tampoco es idea mía, sino que la vi en un comercial durante el festival de Viña. Aún es posible aprovechar que los días son largos y cálidos. Cada uno puede disfrutar del mejor modo según sus gustos y posibilidades. Marzo no tiene por qué ser sinónimo de aburrimiento.  A veces basta simplemente con ser creativo.

4. Soñar. El año comienza con una infinidad de posibilidades por delante. Frente a la incertidumbre existente – no sabemos a ciencia cierta cómo será este año – podemos pensar qué queremos para este año, aprovechar que estamos con las pilas cargadas con la energía estival y dar rienda suelta a la imaginación. Si logramos descubrir dónde enfocar nuestras fuerzas seremos capaces de sacarle más provecho a este 2015 que si lo recibimos pasivamente.

A veces al ver la maldad en el mundo creemos que Dios se ha ido o que nunca existió. Sin embargo, al ver el lado bueno de las cosas podemos dejar entrar a Dios. Yo no creo que Dios haya muerto como dijo Nietzsche, pero sí creo que en muchas ocasiones nosotros lo echamos y no lo dejamos entrar en nuestro mundo. Tal vez baste con un cambio en nuestra actitud frente a la vida para que Dios se haga Presente.

miércoles, 11 de febrero de 2015

En los cielos


Para algunos las vacaciones aun no comienzan y para otros ya terminaron. Hay quienes siguen disfrutando del tiempo libre, mientras para otros durante este verano las vacaciones son algo inexistente. Personalmente tuve el regalo de tener unas buenas vacaciones, visité el sur de Chile y quisiera compartir parte de lo que experimenté.

Para los santiaguinos como yo, pasando Concepción comienza el sur. Es que para un habitante de la capital basta salir de Santiago para olvidarse del cemento y del Transantiago. Sin embargo, algo sucede un pasando la región del Bio-Bio que todo cambia. El paisaje comienza a adquirir tonos de verde que no se ven entre las construcciones capitalinos y los rebaños de vacas blanquinegras hacen que uno sienta que está entrando a un comercial de Colun o Soprole.

Esta vez, tuve la oportunidad visitar la región de los Ríos. Instalando la carpa a orillas del lago Panguipulli disfruté de los encantos de una zona bañada abundantemente por lagos y ríos. Así, entre tantas otras cosas, quedé admirado con la belleza del cielo. Es bastante simple, pero es que no solo los atardeceres son un bellísimo espectáculo. Es suficiente con levantar la vista por entre los coihues o araucarias y dejarse interpelar por un sol radiante y un cielo transparente.

No por casualidad, esta semana las lecturas nos cuentan sobre la creación del mundo. El libro del Génesis nos cuenta, aunque no sea de modo literal, cómo Dios creo el cielo y la tierra, la luz y los astros del cielo. Así, Dios le regaló al hombre todo cuanto puede disfrutar por medio de sus sentidos.

Todos los cristianos, no solo los católicos, rezamos como Jesús nos enseñó: “Padre nuestro, que estás en los cielos”. Si bien esto se refiere a una realidad fuera de este mundo, al contemplar la inmensidad del firmamento es posible encontrar vestigios del creador del mundo.

Sinceramente, y con más fe que razón, mirar al cielo me acerca a la eternidad. Ciertamente el cielo donde Dios habita no es nuestro cielo azulado, pero viendo hacia las alturas es posible creer que existe algo más allá. No más allá de la atmósfera simplemente, sino que más allá del cosmos. La majestad del cielo nos invita a creer que está Dios Presente, que hay alguien que no solo creó todo cuanto existe, sino que existe quien se preocupa por cada uno de nosotros.


Siendo más directo, la invitación se desprende fácilmente. En medio del descanso estival, desconectarse un rato, levantar la cabeza y dejando de lado toda clase de prejuicios, preguntarse por qué no puede ser posible que algo tan maravilloso haya sido creado por alguien aún más maravilloso. Afortunadamente no hace falta viajar demasiado, pues en todas partes hay un cielo que nos cobija y nos habla de Dios.